LAS SOCIEDADES MATRIARCALES EN EL PALEOLÍTICO

Probablemente, una de las cuestiones que a nivel popular peor se conocen de la Prehistoria es la relación entre los roles masculinos y femeninos. Generalmente, se tiende a pensar que el hombre ejercía el dominio social gracias a su mayor fuerza y sus habilidades como cazador, extrapolando a estas sociedades la preeminencia que el sector masculino tuvo en sociedades posteriores. ¡Nada más lejos de la realidad!
Las sociedades cazadoras y recolectoras del Paleolítico Superior no eran patriarcales sino matriarcales, es decir, la mujer era la que tenía la preeminencia social.
En esas sociedades, con una bajísima esperanza de vida (aproximadamente de unos 35 años) y con la posibilidad constante de muerte prematura debido a accidentes de caza y provocados por la lucha con un ambiente muy hostil, la mujer debía estar muy valorada por la capacidad de aportar nuevos miembros al grupo que perpetúan la existencia de éste. Es cierto que ahora sabemos que es una capacidad compartida entre hombre y mujer, pero en aquella época, en que no existía el concepto de propiedad privada, y por lo tanto, no existía el matrimonio, no había la posibilidad de relacionar un nacimiento con un hombre en concreto, por lo que lo más fácil era pensar que era una capacidad exclusiva de la mujer.
Esta capacidad adquiría un carácter religioso, al ser equiparado con la diosa madre, deidad única de estas sociedades. Se han encontrado numerosos ejemplos de estatuillas paleolíticas de Venus o diosas madre que han hecho pensar que era la divinidad principal. Así, existe una simbiosis entre la diosa naturaleza, que da vida a todo lo que existe, y la mujer, que da a luz a nuevos miembros del grupo. Debía ser fácil pensar que las mujeres eran las elegidas de la divinidad.
Por otro lado, no sabemos con exactitud si las mujeres participaban en las expediciones de caza o no. Por equiparación con otras sociedades cazadoras y recolectoras, es fácili pensar que no habría ningún problema en que participaran en la caza menor, que no exigía mucho tiempo pero hay más problemas con la caza mayor, que solía exigir días entre ir al lugar adecuado, matar a las presas y retornar con las piezas obtenidas. Las mujeres sin hijos podrían participar en esas batidas de caza. El resto tendría que quedar al cuidado de los pequeños, convirtiéndose de esta forma en el nexo de unión del grupo, en las transmisoras de los conocimientos que necesitaban los pequeños. Por todo ello, las mujeres ocupaban el lugar central dentro de las sociedades paleolíticas.