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 El cine y la Historia

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Alberto

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MensajeTema: El cine y la Historia   El cine y la Historia Icon_minitimeDom Jun 07, 2009 8:12 am

Citación :
Podríamos tener la confianza puesta en los asesores históricos que trabajan con el director, pero muchas veces, este personaje no existe o las diferencias con el director son tan grandes que el equipo se rompe, siempre a favor de la versión del director, evidentemente.

Lo que interesa ver en la gran pantalla es espectáculo, emoción y sorpresa y para ello, se va a modificar la realidad tanto como haga falta.

Pues entonces mi pregunta es, ¿debemos seguir llamando a estos filmes históricos? La literatura, el teatro y el cine pueden permitirse la licencia de presentar la realidad al gusto del autor; en el caso del historiador, se debe contar lo que sucedió, no lo que nos hubiera gustado que hubiese sucedido.
Encuentro bien que los escritores jueguen con la historia, presentando hipótesis contrafactuales, que se basen en la riqueza de ideas que puede ofrecer, pero si lo hacen, si se limitan a jugar con ella, que no la vendan al gran público como historia real porque la difusión de estas mentiras históricas suele ser de un alcance mayor que el que puedan tener las tesis de los mejores historiadores.
El cine siempre ha tenido en la historia un filón inagotable.

Algunas de las películas más taquilleras de los últimos años tienen como fundamento pasajes históricos; pero el séptimo arte no es más que una recreación, un espectáculo sin la obligación de ceñirse a academicismos y rigores y, a pesar de que es un vehículo de primera magnitud para aumentar la curiosidad del público por la historia, lo cierto es que guionistas y directores se toman sus licencias.
A continuación, algunos ejemplos.
Pequeños detalles pueden llegar a convertirse en grandes errores históricos como el reloj de pulsera que lleva Chalton Heston en la carrera del circo de Ben-Hur o el Seat 600 que circula por la carretera de la playa de Peñíscola en el Cid Campeador. Pero a parte de estos despistes graves, hay errores más difíciles de captar si no se conoce la época con un poco de profundidad.

Es el caso de películas como Gladiator , el film de Ridley Scott ambientado en el Imperio Romano, donde se presenta a Marco Aurelio como un moribundo en combate con los germanos, siendo su mano derecha el general Máximo. El emperador desconfía de su hijo y heredero Cómodo hasta el punto que pretende designar a Máximo como su sucesor. Cómodo asesina a su padre, decide eliminar también a Máximo y a toda su familia e inicia un mandato protagonizado por el terror y su afición a las luchas de gladiadores.
Máximo escapa de su ejecución, se convierte en gladiador y acaba matando a Cómodo en la arena del anfiteatro. Pues bien, Marco Aurelio fue el último gran emperador de Roma, un considerable filósofo y de comportamiento intachable. Dedicó buena parte de su vida a pacificar las fronteras de su Imperio.

Murió a lo largo de la campaña contra los germanos, pero de enfermedad. Durante la contienda, presentó a su hijo Cómodo a las legiones como sol naciente.
El nuevo emperador fue un joven complicado que, cuando apenas contaba 30 años fue envenenado y estrangulado por un gladiador que no tenía nada que ver con Máximo.

Otro ejemplo podrá ser el de la película "El hombre de la máscara de hierro". Es cierto que durante el reinado de Luís XIV existió un preso en las cárceles francesas que permaneció con el rostro oculto a sus carceleros. Dumas convirtió al infeliz en hermano del monarca francés.
Incluso se llegó a escribir que la estirpe de los Bonaparte estaba relacionada con este desdichado. La máscara era de terciopelo negro y no de hierro. El reo llegó a la prisión en 1698 y murió en 1703, siempre bajo el reinado de Luís XIV. Es difícil que fuera gemelo del monarca ya que el hermano del Rey Sol se llamaba Felipe, no se le parecía físicamente en nada, era muy querido por el soberano y fue un brillante militar.

En Braveheart se narra como William Wallace decide lanzarse a la guerra tras el asesinato de su esposa a manos de los esbirros del rey de Inglaterra Eduardo I, un tipo sin escrúpulos y despiadado hasta el límite.
A pesar de su teórica inferioridad, los rebeldes escoceses consiguen infligir sonadas derrotas a los ejércitos reales. El monarca decide enviar a negociar con Wallace a su nuera Isabel, una princesa francesa, e inevitablemente, entre el revolucionario y la aristócrata se produce el flechazo hasta que Wallace es ejecutado.
En la película aparece también el que sería después rey de Escocia, Robert the Bruce. Hay que apuntar que Eduardo I fue el monarca inglés que creó el régimen parlamentario y permitió el acceso de plebeyos a puestos de importancia, difícil es pues que fuera el psicópata que perfila el guión.
La historia de amor es completamente imposible porque Isabel no llegó a Inglaterra hasta 1308 y Wallace fue ejecutado en 1305. Tampoco la cronología respeta a Robert the Bruce. Por último, cuando Wallace recorrió los campos de Escocia, hacía 200 años que sus compatriotas habían dejado de pintarse la cara para asustar al enemigo.
También un apunte de detalle: fijaros en las armas que lleva en la mano el héroe de la película cuando corre en una de las batallas (se pueden contar 3 distintas en una misma escena).

En "Juana la Loca" de Vicente Aranda hay varios errores de los cuales voy a resaltar alguno. Se presenta una reunión entre Felipe el Hermoso y Fernando el Católico en una taberna, comiendo tranquilamente.
Este encuentro se produjo, pero fue a caballo, en un momento de mucha más tensión de lo que se plantea en esa escena. En otra escena se destierra a un personaje a Nápoles, cuando este reino aún no formaba parte de las posesiones de la corona de Aragón, por lo cual es literalmente imposible.

Se presenta a Juana como una reina que se volvió loca de amor. Las infidelidades y el amor por su marido pudieron agravar su enfermedad, pero la reina ya presentaba síntomas de locura cuando era una niña, sólo es necesario leer el testamento de "Isabel la Católica" y las preocupaciones por la salud mental de su hija. Hasta dudaba que pudiera estar en condiciones de sucederla en la corona de Castilla.
Concluir este texto solamente apuntando que el talento de los historiadores de gran prestigio consiste en hacer verosímiles las grandes inverosimilitudes de la historia.

Por Eduard Juncosa.
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